
Trabajo preventivo en los deportes
Jordi Escura MSc
Fisioterapeuta y Readaptador deportivo
Qingdao Huanghai FC (China)
UE LLeida, RCD Espanyol, Buriram United (Tailandia), Suphanburi FC (Tailandia)
@EscuraJ
Mucho se habla y se debate sobre el trabajo preventivo en los deportes. El trabajo preventivo es aquel que incorporamos, habitualmente fuera de la sesión de entrenamiento, para reforzar estructuras que estadísticamente sufren más durante nuestro deporte, y así intentar reducir el número de lesiones que nuestros deportistas puedan sufrir.
El trabajo preventivo se puede diseñar de muchas maneras y con otros tantos objetivos, pero centrándonos en el trabajo grupal, de un equipo, normalmente el trabajo preventivo se clasifica en: trabajo excéntrico, trabajo propioceptivo, trabajo de Core, y estiramientos. Hay muchos estudios que nos hablan de los efectos de la aplicación de todos ellos en la prevención de lesiones.
En 2014 se publicó una revisión sistemática y metaanálisis (Lauresen et al.) que estudiaba la efectividad de distintas intervenciones para prevenir lesiones. Nos concluye que los mayores efectos se consiguen con entrenamiento de fuerza, seguido por trabajo propioceptivo y por ejercicios multicomponentes (ejercicios mixtos). Los estiramientos no parecen tener ningún efecto en la prevención de lesiones.
Pero hoy no os voy a hablar del trabajo preventivo propiamente (lo que sería el qué), hoy os voy a hablar del cómo y del cuándo.
Como he comentado anteriormente hay muchas maneras de aplicar el trabajo preventivo, y no todas ellas nos serán igual de efectivas. Por ejemplo, ¿es lo mismo hacer un trabajo excéntrico de un movimiento global o uno analítico? O ¿influye lo mismo un trabajo de Core estático (posición mantenida) que uno dinámico (incluyendo movimientos)? Como podéis suponer la respuesta es no. Antes de seguir, quiero aclarar que con estos ejemplos no digo que uno sea mejor que otro, todo dependerá del contexto en el que se apliquen y el objetivo que busquemos con ellos.
Lo dicho, vamos a centrarnos en el cómo y el cuando de este trabajo preventivo. Lo primero el cómo. ¿Y qué quiero decir con cómo? Me refiero a qué tipo de trabajo aplicamos. Para responder a esto hay que hacernos la pregunta al revés: ¿qué quiero conseguir con mi trabajo? ¿cuáles son mis objetivos?
Lo que buscaremos es definir aquellas situaciones, gestos o movimientos que son potencialmente de riesgo y que se dan más frecuentemente en los entrenamientos o en competición. Una vez definidos estos movimientos, buscaremos «entrenarlos» para que el cuerpo esté más preparado para tolerarlos. Éste es mi objetivo.
Así pues si detecto en qué situación un isquiotibial sufre más durante un sprint, buscaré incidir en esa fase del movimiento de la pierna para asegurarme que el deportista pueda manejar esa situación (dicho así es una simplificación, ya que hay otros componentes a tener en cuenta, como la activación de los glúteos por ejemplo). O si veo qué situaciones son en las que es más probable torcerse el tobillo, intentaré reproducirlas para que el sistema nervioso del deportista «se entrene» en esa situación.
Dentro del cómo también incluyo la intensidad del ejercicio. ¿Cuando es más probables lesionarse muscularmente, en un movimiento lento o rápido, con un rango de movimiento amplio o corto? ¿Cuando es más probable sufrir un esguince de tobillo, haciendo un cambio de dirección al 50% o al 100%? Obviamente es más probable en movimientos rápidos, amplios y realizados al 100%, así que el trabajo planteado debe planearse para hacerse a intensidades máximas o cercanas a la máxima.
Con esto tendríamos el cómo, pero ¿y el cuándo? Desde mi punto de vista es igual de importante que el cómo. ¿Y por qué? Lo mismo que anteriormente, si analizamos cuando se producen normalmente las lesiones de los deportistas (lesiones que se producen sin contacto) veremos que suelen darse hacia el final de la competición o entrenamiento. Así pues deducimos que el componente fatiga influye bastante en estas situaciones. Si como comentaba antes, busco reproducir las situaciones de riesgo de un deportista para que se «entrene» en ella, mi criterio será aplicar estos trabajos hacia el final o al final de la sesión de entrenamiento. En ese momento es cuando el deportista se encuentra con un cansancio parecido al que hemos descrito como momento de riesgo de lesión, así que es el momento ideal para «entrenar» su tolerancia a esas situaciones.
Añadiendo más argumentos, se han estudiado cambios biomecánicos (Small K. et al. 2009) y cinemáticos (Marshall PW et al. 2015) que se producen por la fatiga, como la disminución de la longitud de los músculos isquiotibiales (menos flexión de cadera y extensión de rodilla en un sprint) o disminución de producción de fuerza excéntrica en musculatura isquiotibial. Así pues, si añadimos este trabajo preventivo al principio del entrenamiento, corremos riesgo de contribuir a una fatiga prematura que coloca al deportista en mayor riesgo de lesión durante el entrenamiento.
Este es mi punto de vista y mi justificación para ello. Quiero remarcar que estos criterios los aplico para deportistas sanos, no para una recuperación de una lesión o un trabajo específico de reeducación o reaprendizaje motor.